San Martín de Tours (el 11 de Noviembre)
De los varios santos posibles sobre los que escribir esta semana:
10 de noviembre: San León Magno, Papa y Doctor de la Iglesia
11 de noviembre: San Martín de Tours, Obispo
12 de noviembre: San Josafat, Obispo y Mártir
13 de noviembre: Santa Francisca Javier Cabrini, Virgen / Religiosa
15 de noviembre: San Alberto Magno, Obispo y Doctor de la Iglesia
16 de noviembre: Santa Margarita de Escocia; Santa Gertrudis, Virgen
He elegido escribir sobre San Martín de Tours.
Como un soldado de caballería durante el declinio del Imperio Romano (nació en el año 316 o 336 en Panonia, actual Hungría), el futuro San Martín de Tours tuvo una experiencia de conversión cuando servía en la Galia (actual Francia):
Al acercarse a las puertas de la ciudad de Amiens, vio a un mendigo que necesitaba ropa. Instintivamente cortó su manto por la mitad y se lo dio al mendigo. Unas noches después, en un sueño, tuvo una visión de Jesús que le dijo: “Martín, que no es más que un catecúmeno, me vistió con su túnica”. Cuando despertó, encontró la túnica restaurada (la túnica se convirtió en una reliquia preciada durante los siglos posteriores y aparentemente permanece guardada en el oratorio de la Abadía de Marmoutier, en las afueras de Tours) y sí, aunque según su biógrafo/hagiógrafo Supulcius el futuro San Martín había coqueteado con convertirse al cristianismo desde su juventud, pronto se bautizó y posteriormente dejó el ejército.
Tomó esa decisión fuera de la ciudad de Tours (entonces conocida como Caesarodunum), donde recibió dirección espiritual del futuro San Hillario de Poitiers, el primer obispo de Tours. Posteriormente, el futuro San Martín se convirtió en el tercer obispo de Tours.
Sin embargo, San Martín llegó a ser en una figura fascinante del cristianismo del siglo IV que vivió básicamente en la región "fronteriza" entre el entonces decadente Imperio Romano latino al sur y al oeste y las tierras germánicas más bárbaras al norte y al este.
Muchas de las tradiciones asociadas con San Martin de Tours – y hay muchas de ellas– se remontan a la época de Carlomagno (que vivió a finales del siglo VII o del siglo XIX, o 400 o 500 años después de que San Martin de Tours caminara por esta tierra). Carlomagno fue a la vez el rey de los francos y el fundador del Sacro Imperio Romano (en gran parte germánico), habiendo sido coronado emperador en la Basílica de San Pedro el día de Navidad del año 800 d. C.
San Martín se convirtió en un puente entre culturas y épocas: entre el cristianismo latino (catolicismo romano) en ascenso en la época de Carlomagno del sur y el oeste de Europa (en la futura Francia y centrado en Roma) y el paganismo germánico e incluso eslavo en decadencia de las tierras del norte y el este.
Tanto Francia como Alemania (católica) lo reclamaron como suyo, lo que adquirió importancia ya que su festividad, el 11 de noviembre, se convirtió más tarde en el Dia del Armisticio (en los EE. UU., el Día de los Veteranos) que marcaba el final de la Primera Guerra Mundial, que en el Frente Occidental se desarrolló en las mismas tierras entre las actuales Francia y Alemania donde San Martin había pasado la mayor parte de su vida cristiana.
Una leyenda reveladora asociada con San Martín de Tours era que cuando ordenó la tala de un pino sagrado para los paganos germánicos locales, la hasta entonces comunidad pagana aceptó el edicto, pero solo si se paraba directamente en el camino del árbol que caía. El árbol talado "milagrosamente" no golpeó al futuro San Martin, y la comunidad aceptó entonces el cristianismo.
Según la tradición, San Martin murió el 8 de noviembre del 397 d. C. Su festividad se ha celebrado el 11 de noviembre, el día de su entierro.
Esta fecha resultó auspiciosa en el proyecto de convertir a los pueblos germánicos (y más tarde eslavos) al cristianismo. El día de San Martin coincide con las fiestas tradicionales de la cosecha y con la conmemoración tradicional (pagana) de la llegada de un período de seis meses de relativa oscuridad. Por ello, muchas de las tradiciones paganas anteriores de esta época del año fueron asimiladas, rebautizadas y celebradas en el contexto del Día de San Martín.
Incluso la tradición de celebrar el Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, que nos han enseñado que fue instituida por los colonos protestantes ingleses Peregrinos de Plymouth, Massachusetts, junto con las comunidades indigenas americanas que los ayudaron a sobrevivir su primer año en las Américas, tiene antecedentes obvios en la celebración católica más antigua del Día de San Martín (que, como hemos visto, tomó prestadas tradiciones paganas anteriores, tanto romanas como germánicas).
Dos elementos necesarios en una celebración centroeuropea del Día de San Martín: (1) la bendición del vino, lo primero producida de la cosecha del año, que tenia antecedentes en las celebraciones paganas romanas de Baco/Dionisio, los dioses grecorromanos del vino, y (2) el festín con un pájaro grande, en Europa central… un ganso.
Honestamente, el ganso es más sabroso que el pavo más austero del protestantismo anglosajón. Y los Peregrinos de Plymouth Rock también pueden haber desaprobado el vino, aunque el clima, ya sea en Inglaterra o los Países Bajos, de donde vinieron los peregrinos de Massachusetts, o el propio Massachusetts, puede no haber sido el mejor lugar para producir vino de todos modos.
El punto aquí es que durante más de 1000 años, desde la época de Carlomagno, el tradicional festival de la cosecha de finales de otoño de épocas paganas anteriores fue rebautizado y celebrado con vino y ganso como el Día de San Martín.
Surgen aquí una serie de preguntas que invitan a la reflexión:
San Martin, conocido por su caridad, también era conocido en su tiempo por derribar templos y talar árboles sagrados para las poblaciones todavía paganas de la región donde vivía.
Y muchas de las tradiciones que esas poblaciones paganas tenían en gran estima, como la celebración de la vida con una buena comida cuando el mundo que conocian se acercaba a su período anual de seis meses de hielo y oscuridad, fueron apropiadas (pero también en gran medida bendecidas) como parte de la celebración de su festividad.
¿Podemos dar gracias por su vida, pero también tener una renovada apreciación de algunas de las cosas buenas que el mundo pagano le dio a la humanidad e incluso a la Iglesia cristiana emergente?
Estas no son preguntas ociosas, ya que todos negociamos vivir en un mundo cada vez más reconocido en nuestro tiempo por su rico pluralismo.
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