San Juan XXIII (el 11 de octubre)

 

De las posibilidades para reflexionar esta semana:


7 de Octubre - Bienaventurada Virgen María del Rosario

9 de Octubre - San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires

9 de Octubre - San Juan Leonardi, presbítero

11 de Octubre - San Juan XXIII, Papa


decidió dedicar mi reflexión de esta semana a San Juan XXIII.



Angelo Giuseppe Roncalli, el futuro Papa Juan XXIII y San Juan XXIII, nació en 1881 en una familia pobre de campesinos en el pueblito de Sotto il Monte, en la provincia de Bérgamo, en la región de Lombardía, en el norte de Italia.


El hecho de que viniera de una familia pobre es significativo, porque en siglos anteriores, desde la Edad Media hasta el Renacimiento, la Ilustración y el comienzo de la Era Moderna, los sacerdotes tendían a provenir de familias de clase media, y los obispos, y diciendo nada los cardenales y los papas, tendían a provenir de familias nobles de clase alta.


Por un lado, las mejoras massivas en la educación de la gente común en todo el mundo católico en el siglo XIX permitieron que sus hijos comenzaran a ingresar en niveles más altos de la sociedad que antes. Por otra parte, la disminución de la estatura de la Iglesia y de la nobleza en todo el mundo, hizo que “convertirse en obispo o cardenal” no tenia el mismo valor para los jóvenes ambiciosos (y sus familias) de ciertos medios como antes.


Considero que esto es bueno en general, ya que los obispos de hoy, ciertamente en los Estados Unidos, tienden a provenir de familias agradables y piadosas para quienes su fe era importante, familias que uno reconocería en los bancos de su propria  iglesia, en lugar de familias que buscaban convertirse en “grandes” en sus comunidades o más allá.


Las familias de los tres obispos de la diócesis de Orange donde sirvo actualmente serían completamente reconocibles y cercanas para la mayoría de los feligreses de hoy.  Ese no sería el caso en el mundo católico hace un siglo o dos.


Entonces, el futuro San Juan XXIII provenía de una familia y de circunstancias con las que la mayoría de los católicos en los bancos de la iglesia habrían podido identificarse.


Eso es inmediatamente algo positivo. Sin embargo, es evidente que, si bien el futuro Juan XXIII procedía de orígenes humildes, nunca los olvidó y actuó de acuerdo con ellos.


Escribo esto porque el futuro Juan XXIII tomó numerosas decisiones importantes que impactaron en el futuro de la Iglesia de una manera (claramente en mi opinión) positiva. Sin embargo, fueron decisiones que tomó, tanto a la luz del Evangelio como a la luz de su propia experiencia, y podría haber elegido actuar de otra manera.


Una de las decisiones que tomó y que desde entonces ha liberado a la Iglesia de siglos de pecados anteriores fue que durante la Segunda Guerra Mundial, mientras servía en varios puestos en Europa del Este (Bulgaria, Rumania y Palestina), decidió ayudar a los judíos perseguidos de la época del Holacausto.


En cierto sentido, no debería hacerlo. Hubo muchos prelados católicos en toda Europa y el mundo que no lo hicieron. Pero al ver la situación terrible en su entorno, decidió utilizar el poder que tenía, como legado papal y nuncio en esa parte del mundo, para salvar a los judíos que pudiera, y descubrió que podía salvar a muchos (miles) de ellos. “Sí, podemos…”


Más tarde, como Papa, durante el Concilio Vaticano II (dedicaré más tiempo al Concilio más adelante),  Juan XXIII insistió en que de él surgiría una reconciliación con la comunidad judía, un gesto hacia la reconciliación que se extendió a todas las religiones en uno de los documentos finales del Concilio, Nostra Aetate.


Los Papas posteriores han llevado este asunto mucho más lejos. El futuro san Juan Pablo II hizo algo que ningún otro Papa (incluido San Juan XXIII) había hecho en casi 2000 años: recorrió los tres kilómetros que separan el Vaticano de la sinagoga principal de Roma (ambos lugares, “a orillas del Tíber”, ya que la sinagoga principal se encontraba en lo que había sido el corazón del gueto judío medieval de Roma, al otro lado del Tíber del barrio de Trastevere (que había sido el primer barrio cristiano de Roma)) y visitó al rabino jefe y a la comunidad judía.


En los años 90, la “comunidad católica de San Egedio” se unía anualmente a la comunidad judía para seguir los pasos de este sencillo gesto de paz desde la iglesia de Santa María Trastevere hasta la sinagoga principal de Roma para recordar este gesto de paz decisivo.


En lo que respecta al Concilio Vaticano II, el futuro San Juan XXIII fue elegido “a una edad avanzada”. Un servita que conocía bien cuando me uní a la Orden estaba estudiando en el seminario de Roma cuando el futuro San Juan XXIII fue elegido. Y recordó que muchos estaban decepcionados en ese momento, señalando que la sabiduría popular era que Juan XXIII iba a ser "sólo un Papa de transición".


De hecho, Juan XXIII podría haber pasado su papado, comiendo buena comida, repartiendo honores ocasionales a la gente y _quizás_ como lo habían hecho previamente los Papas antes que él, ayudando en la preparación de las cosas "para un Concilio del futuro" que toda la Iglesia esperaba.


En cambio, el futuro Juan XXIII convocó el Concilio prometido, sabiendo que probablemente no viviría para ver su final, y no lo hizo. Pero sí, abrió las puertas y las ventanas, y comenzó el Concilio Vaticano II.


Finalmente, durante la Crisis de los Misiles de Cuba, la situación en que el mundo casí entró en una guerra nuclear, Juan XXIII desempeñó un papel clave en su resolución _pacífica_.  Él insitió que los líderes mundiales “prestaran su atención al _deseo universal_ de la gente común del mundo por la paz”.


El futuro San Juan XXIII no tuvo que hacer nada de esto.  Pero utilizando los dones y las oportunidades que le fueron dados, eligió actuar, intervenir en este mundo y, sin duda, dejarlo en un lugar mejor.


Podemos poner nuestras vidas bajo un celemín. Gracias a Dios, San Juan XXIII no hizo eso con la suya.


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